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La piedad y la pasión de Coco Bedoya

Actualizado: 18 dic 2024

El artista nacional afincado en Argentina regresa a su ciudad con una sorprendente propuesta: un taller de de dibujo con modelo en vivo.



En su obra, las fronteras se desvanecen: el lienzo es una pulsión citadina, el dibujo es protesta y el arte mismo en un acto de insurgencia. Su pulso late entre la memoria y la rebeldía. Viviendo en tránsito perpetuo entre Perú y Argentina, Fernando “Coco” Bedoya (Amazonas, 1952) llegó a tierras porteñas en los estertores de los años setenta llevando el ímpetu de una generación marcada a fuego por el compromiso político.

Forjado en el rigor y la imaginación bajo la guía de Cristina Gálvez y en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima, absorbió los colores y las texturas de un Perú convulso. En aquellos años tempranos se unió a colectivos como Paréntesis y Huayco (1978-1979), donde comenzó a esbozar el lenguaje visual y crítico que luego desplegaría en los densos paisajes urbanos de Buenos Aires.

Así, a orillas del río de La Plata, Bedoya reinventaría la urbe al frente de los colectivos GAS-TAR y CAPa.Ta.Co, que irrumpieron con acciones audaces y cargadas de símbolos. Sus intervenciones urbanas enfrentaron la amnesia y la impunidad de un régimen dictatorial que intentaba borrar las huellas de sus crímenes. En esas calles, el artista conjugó la memoria colectiva con el arte, transformando el espacio público en un escenario para la resistencia y la imaginación.

Su obra, rica en aristas y resonancias, ha viajado por museos y bienales para testificar su tiempo. Desde el Museo de Arte de Lima (MALI) hasta el Centro Cultural Recoleta, desde el Museo Reina Sofía de Madrid hasta el Württembergischer Kunstverein de Stuttgart, sus piezas se alzan como testimonios vivos de una búsqueda que entrelaza lo estético y lo ético. Las bienales de Cuenca, La Habana, Curitiba y Lima han sido también estaciones en este camino de compromiso y creación.

Pero Bedoya no se limita al acto de crear: su práctica se extiende hacia los márgenes, impartiendo talleres en prisiones federales y en escuelas de arte, donde comparte el filo de su experiencia y la densidad de su mirada. Su legado vibra en colecciones públicas y privadas, afirmando su lugar en el mapa indómito del arte contemporáneo.

 

Bedoya no vive entre ciudades: habita en los intersticios del tiempo, en las fisuras de la historia que el arte insiste en resquebrajar. Su obra no busca respuestas sino nuevas grietas por donde pueda filtrarse la luz que incomoda. Porque solo en esa incomodidad sobreviven la memoria y su pulso creativo.

 

Mientras el mundo pide silencio, él se asegura de que el ruido persista, de que la incomodidad sea eterna. Su obra no promete llegar al otro lado, quiere perpetuar el vértigo de cruzarlo. No hay destino, solo el andar. Y en ese andar su arte es resistencia pura.

Foto: Página 12.


Teléfono: +51 956 184 340

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