Entre la fascinación por el océano y la liturgia, la artista plástica, fotógrafa y escritora Sonia Cunliffe presenta Las monjas y la mar. Hasta el 18 de setiembre en el Centro Cultural Garcilaso de la Cancillería.
Escribe: Czar Gutiérrez
Henri Cartier-Bresson (1908-2004), padre del fotoperiodismo y retratista de Picasso, Matisse y Édith Piaf, sale a capturar imágenes de monjes y monjas por conventos y monasterios. Elliott Erwitt (1928-2023) no se conforma con haber fotografiado a John F. Kennedy, Richard Nixon, Che Guevara y Marilyn Monroe: en una época se dedicó exclusivamente a fotografiar religiosos. Steve McCurry, famoso por su foto de la "Niña afgana", cruza miles de kilómetros solo para retratar monjes y religiosos en la India y el Tíbet.
Sonia Cunliffe (Lima, 1966) recuerda aquel día frente al Mar de Grau. “Fue una mañana de esas con una neblina densa que va disminuyendo cuando salí a caminar y vi las siluetas de unas monjas caminando a la orilla en una playa al sur de Lima. Volví inmediatamente a mi casa a recoger mi cámara y empecé a caminar tras ellas. Mi hijo y dos sobrinos se apuraron en seguirme. Ellas se percataron de mi presencia, les conté que era artista visual y me pidieron que no se les vea mucho los rostros. Pero lo que me conmovió fue que ellas, al ver a los niños, inmediatamente se volcaron a ellos, hicieron carreras y los acompañaron a meterse al mar”.
Todo lo cual se transformaría, tiempo después, en Las monjas y la mar, secuencia de 25 fotografías que se exhiben en el Centro Cultural Garcilaso de la Cancillería. Una serie de siluetas tan espontáneas como despreocupadas que se recortan contra la inmensidad del océano en metáfora perfecta de la infinitud de la divinidad a la que veneran frente a su propia mortalidad. Y en el centro de todas las cosas, el arte de la luz. Que es exactamente lo que diferencia la instantánea de la fotografía. Y da paso a la belleza.
Fuiste alumna de Otto Stupakoff, uno de los más grandes fotógrafos de todos los tiempos. Él admitió la influencia de Richard Avedon, Helmut Newton y de la pintura de Balthus. ¿Quiénes influyeron sobre ti, además de Stupakoff?
Sí, tuve la suerte de contar con tremendo maestro. Él nos enseñó a observar y sobre todo a llenarnos de información sobre lo que se hizo, tanto en pintura como en fotografía, siempre recalcándonos a no seguir un camino trillado, sino a buscar el propio y, sobre todas las cosas, a no procastinar ni dormirte en los laureles. Mis mayores referencias en la fotografía son los pintores flamencos y sus naturalezas muertas
Otto Stupakoff, de ser un innovador en la moda (trabajó para Vogue, Harper’s Bazaar y Esquire), también revolucionó el retrato y la fotografía documental. ¿Cómo percibes su mentoría en tu visión artística?
Otto fue muy enfático en que, a pesar de haber sido un gran fotógrafo de moda, ahora lo más importante es generar un arte que conmocione y que vaya más allá de lo convencional. No estaba interesado en formar fotógrafos sino en artistas comprometidos con la propia obra.
Tu trabajo a menudo implica una extensa investigación de archivos y apropiación. ¿Cómo seleccionas los archivos o materiales históricos con los que decides trabajar y cómo equilibras la expresión artística con la precisión documental?
Es algo que escucho o veo y me produce una conmoción y solo quiero saber más e involucrar todos mis sentidos en la tarea. Hay proyectos como “Los niños de Chernobyl en Cuba” que necesitan un rigor histórico. Pero hay otros como “Un hombre y una mujer” donde lo que haces es apropiarte de las imágenes y generar tu propia historia como una especie de antropofagia. Ser artista visual te da una libertad que no pueden tomarse los historiadores.
Trabajaste largamente con Pancho Casas, una de las Yeguas del Apocalipsis, cuya obra “Las dos Fridas” se exhibe nada menos que en el MoMA…
Con Pancho tenemos una gran complicidad y se nos hace muy fácil trabajar. Claro, yo me uno a sus locuras (ríe). Él es un gran creador y una persona muy inteligente, muchas veces me ha ayudado a encontrar la clave para algunos de mis proyectos. También es un gran lector y escritor, entonces tenemos muchos temas en común.
Tu trabajo a menudo aborda asuntos históricos. ¿Cómo aseguras que estos sigan siendo relevantes y atractivos para el público contemporáneo?
No pienso en un inicio en eso, solo me entrego a trabajar de lleno en lo que me interesa, principalmente en todo lo relacionado con migraciones, desarraigos y la infancia. En medio de todo esto, los planetas generalmente se alinean y pasan cosas increíbles como con los niños de Chernobyl, que el mismo año que yo investigaba, la escritora bielorrusa Svetlana Alexiavich, autora del libro “Las voces de Chernobyl”, gana el premio Nobel de Literatura y luego salen la serie, la película, etc. Entonces la muestra no deja de dar vueltas por el mundo, ya sea como una exposición en instituciones o centros de estudios de memoria y derechos humanos, o en libros como el que acaba de salir en alemán y próximamente tendrá su versión en inglés escrito por la estudiosa Melanie Arndt y editado por la universidad de Munich.
Tu formación en historia del arte, ¿centra la narrativa visual y la conceptualización?
Influye sobre todo en entender que las obras van con las épocas y la nuestra es la de revalorizar la humanidad como el centro de nuestras preocupaciones. Que lo que veas te conmocione y produzca algún cuestionamiento.
Has sido profesora de nido, artista plástica, directora de un centro cultural y, ahora, una solvente escritora. ¿Obedece a una calculada administración de tus talentos o a un impulso artístico innato?
Obedece a un impulso artístico. Definitivamente en mi vida hay una intuición que me va llevando por distintos caminos y me da herramientas para expresar de alguna manera lo que tengo dentro de mí.
¿En qué nuevos proyectos estás embarcada?
Ahora, en el lanzamiento de mi segundo libro “El tropiezo del sol” y en mi participación en la Bienal de la Habana con el video- arte Operación Peter Pan, de ausencia en ausencia, para lo cual estoy trabajando en el concepto del cine móvil que hacía 47 años ya no funcionaba y hoy se encuentra en camino a volver a realizar las funciones en los lugares más recónditos de Camagüey para luego ser parte de mi instalación en la Bienal.
Foto: Lorena Noblecilla.
Lugar: CC Inca Garcilaso.
Dirección: Jr. Ucayali 391, Lima.
Hasta: 18 de septiembre.
Ingreso: Libre.
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