Fátima Rodrigo, en sus Heridas abiertas, subvierte las narrativas coloniales, aborda la circulación de imágenes populares y explora la memoria visual latinoamericana con formas abstractas, textiles y referencias a la cultura pop.
Escribe: Emilia Curatola Fernández
En Fantasía herida, Fátima Rodrigo (Lima, 1987) explora las fricciones presentes en la construcción de nuestro imaginario y nuestra afectividad, a través de la exploración y extrapolación de elementos de la cultura popular, las industrias del entretenimiento, la moda y el diseño. La narrativa en la que Fátima nos sumerge no es ni lineal ni unidireccional. En ella, una visualidad cargada de fantasías y deseos se presenta como un espacio en constante disputa, donde la explotación, discriminación, exclusión e invisibilización del pasado —inseparables de los ideales de progreso y modernización occidental— reaparecen bajo nuevas formas y configuraciones.
El trabajo de Fátima se detiene en detalles marginales de las imágenes que examina, como si fueran pequeñas heridas, permitiéndole vislumbrar ciertas dinámicas de poder que persisten en la producción de imágenes en América Latina.
Durante la segunda mitad del siglo XX, las baladas y la salsa romántica, con su estridente sentimentalismo, impregnaron las radios y los programas musicales de la televisión latinoamericana, dejando profundas huellas en la concepción del amor romántico. Acompañando estas melodías sobre el amor y el desamor —como lo expresa una canción: Solo el silencio responde— y en paralelo a lo que ocurría del otro lado de la pantalla (revoluciones, movimientos guerrilleros, tomas de tierras y fábricas), muchas formas geométricas y abstractas, cargadas de ilusiones de modernidad y orden, impregnaron los escenarios de estos programas televisivos y los vestuarios de los intérpretes. Fátima se detiene en estas figuras y sus connotaciones históricas, ideológicas y políticas.
Por un lado, los propios orígenes de estas formas contienen cierto borramiento. En la narrativa oficial sobre el arte abstracto, aún aparece como anecdótico cómo esta corriente, nacida en Europa pero ampliamente difundida en los Estados Unidos, se apropió de cierta iconografía precolombina y técnicas tradicionales de tejido andino. Por otro lado, es conocido cómo la promoción de este arte no figurativo en la región estuvo relacionada con políticas anticomunistas durante la Guerra Fría.
En “Telón II” y en una serie de piezas textiles, Fátima captura estos patrones modernistas de las escenografías y los vestuarios de los cantantes. Los reinterpreta manualmente, utilizando abalorios, lentejuelas, escarcha y retazos de telas industriales —materiales cercanos al ambiente doméstico y festivo— y los traslada a nuevos soportes. Los orígenes de estas formas comienzan a desdibujarse hasta que emergen nuevas formas abstractas, similares a sus referentes modernistas. Esto genera una serie de preguntas sobre cuán profundamente esta estética impregnó la visualidad de la región (¿en qué otros espacios de nuestra vida cotidiana se filtraron estas formas?) y sobre sus implicancias en la producción y reproducción de un discurso e imaginario de modernidad donde Occidente se impone como paradigma mientras otras estéticas locales son asimiladas como menores.
En el trabajo de Fátima, entonces, emerge una disonancia intencionada en la que formas abstractas, materiales precarios y técnicas aprendidas en tutoriales de YouTube se entrelazan. Este proceso parece representar un movimiento de préstamos materiales y simbólicos, siempre presente —aunque rara vez visible— entre la tradición, la cultura popular y el arte. Todo esto termina delineando un imaginario complejo que articula nuestra identidad como región.
Un ejercicio similar ocurre con “Ojos que no ven”, “Dicen que soy” y “Ejercicios de resistencia”, esta vez basado en imágenes que circulan hoy en día. En un conjunto anterior de obras, Fátima partió de fotografías de moda conocidas, donde modelos con rasgos occidentales posaban vistiendo prendas inspiradas en trajes tradicionales. Con cierta dificultad, se podía distinguir cómo estas escenas tenían lugar en fiestas patronales, ya que en el fondo se vislumbraban ciertos elementos —como máscaras y serpientes— pertenecientes a los atuendos de hombres y mujeres andinos. La mirada de Fátima se detenía en estos detalles como si fueran grietas que permitían acercarse a ciertas omisiones históricas —nada inocentes— de las industrias de la alta moda y el diseño.
En este nuevo grupo de piezas, Fátima recoge imágenes de serpientes y ojos que evocan máscaras folclóricas. Estas figuras circulan por espacios diferenciados debido a su valor simbólico y económico: calcomanías de combis, tatuajes, publicaciones en Instagram, objetos de alta moda y diseño. Luego, las reinterpreta en bronce, abalorios y guantes de trabajo. Finalmente, las introduce en el campo artístico, donde sus orígenes y distancias se difuminan. A través de este mecanismo de descontextualización, manipulación, homogeneización e inserción en un nuevo espacio, Fátima reflexiona sobre cómo imágenes similares, pero producidas desde géneros, clases sociales, contextos y geografías diferentes, adquieren jerarquías particulares. Su posibilidad de ser visibles y deseadas depende de ese ordenamiento. Así, estas obras también cuestionan el lugar de enunciación y privilegio que el arte ha tenido y sigue teniendo.
Como una bola de espejos caída que paraliza una noche de fiesta, el trabajo de Fátima hiere e interrumpe una fantasía generalizada en la que la visualidad se concibe como un espacio inocuo y donde ciertas lógicas de nuestro pasado colonial, aún presentes bajo el proceso continuo de modernización capitalista, se perciben como superadas. Estas obras apuntan en la dirección opuesta al evidenciar esas fisuras y tensiones mediante nuevas exploraciones visuales que, en lugar de borrar los conflictos que subyacen a las imágenes, los exponen e invitan a problematizarlos. Como una camiseta recompuesta que deja al descubierto sus costuras.
Martes a Sábado de 11am a 7pm y los días Lunes de 9am a 5pm.
Malecón Pazos 252, Barranco - Lima, Perú
Comments