Mientras tanto en el mundo del arte.
En 1970, Philip Guston, conocido no solo como un pintor abstracto sino también como un ícono del arte abstracto estadounidense, sorprende al presentar una exposición de pinturas figurativas en la Galería Marlborough de Nueva York. La reacción es unánime: "traición". Incluso los críticos más influyentes, Robert Hughes (Time) y Hilton Kramer (NY Times), emiten críticas negativas. Comercialmente, la exhibición resulta un fracaso, con solo una pintura vendida. Sin embargo, De Kooning, a quien Guston admiraba, es la excepción. Lo abraza y le plantea la pregunta crucial: ¿Cuál es el problema si todo esto trata sobre la libertad?
Aunque conocía la historia, nunca había visto una foto de este encuentro entre los dos pintores. Por alguna razón, los imaginaba solos a la salida de la galería, quizás como una forma romántica de interpretar la anécdota.
Philip Guston ha ganado un lugar destacado en la narrativa de la pintura contemporánea, siendo su transformación un ejemplo y lección para los pintores posteriores. A través de su obra, les transmitió el mensaje de que podían pintar libremente, sin restricciones. Hoy en día, la libertad en el lenguaje pictórico y la exploración de diferentes estilos parecen obvias, pero en los años 70, cuando yo me formaba como pintor, existía una presión para definir tu estilo y adherirte a él como si fuera una religión: figurativo vs. abstracto, nacionalista vs. internacionalista, entre otras dicotomías.
A veces, me preocupa que estas narrativas sobre la "verdadera pintura peruana" o el "auténtico arte nacional" estén resurgiendo. No solo como preguntas, sino como exigencias. En esos momentos, es necesario recordar la pregunta de De Kooning:
¿Cuál es el problema, si todo esto se trata de la libertad?
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