Élida Román, curadora clave del arte peruano, enfrenta un delicado estado de salud. La comunidad artística se une para apoyarla y reconocer su invaluable legado en la cultura del país.

Pocas figuras han sido tan influyentes en la historia del arte peruano como Elida Román. Visionaria, apasionada y con una lucidez inquebrantable, ha sido testigo y protagonista del desarrollo del arte en el país, dejando un legado invaluable en la curaduría, la investigación y la gestión cultural. Hoy, su salud nos convoca a expresar nuestro reconocimiento y apoyo, recordando la enorme huella que ha dejado en generaciones de artistas, críticos y gestores.
“Soy curadora desde antes de que en el Perú existiera esa palabra”, afirmó en una de sus entrevistas, evidenciando el carácter pionero de su trayectoria. Desde finales de los años sesenta, cuando la curaduría aún no se concebía como una disciplina estructurada en el Perú, Elida Román abrió camino en un medio donde la institucionalidad artística era incipiente y la difusión del arte dependía del esfuerzo de unos pocos.
Su formación en sociología en la Universidad de Buenos Aires le permitió abordar el arte desde una mirada crítica y contextual, comprendiendo su rol en la sociedad. Dirigió instituciones clave como el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y el Museo de Arte Italiano, y asumió la curaduría de diversas colecciones, consolidándose como una voz fundamental en el reconocimiento de la producción artística peruana.
Para ella, el arte nunca fue un espacio aislado, sino un diálogo constante entre el creador, el curador y el público. Concebía la curaduría como un ejercicio de sensibilidad, donde cada exposición debía contar una historia sin saturar al espectador, cuidando la armonía entre obra, espacio y mensaje. Esta perspectiva la llevó a convertirse en una de las curadoras más respetadas del país, con una influencia que trasciende generaciones.
Más allá de su labor en instituciones, Elida Román ha sido una crítica y promotora incansable, defendiendo la necesidad de espacios para el arte en un país donde el acceso a la cultura sigue siendo limitado. En un mercado que muchas veces privilegia lo externo sobre lo local, denunció la falta de apoyo a los artistas peruanos y la centralización del arte en Lima.
Su lucidez y compromiso se reflejaban en su capacidad para señalar con claridad los problemas estructurales del sector. Reclamó la ausencia de espacios expositivos, la falta de políticas culturales y la necesidad de un coleccionismo más comprometido con la escena nacional. En un país donde los artistas aún luchan por reconocimiento y oportunidades, su voz sigue siendo fundamental.

Un llamado a la comunidad artística
Hoy, el arte peruano le debe mucho a Elida Román. No solo por su trabajo curatorial, sino por su convicción de que el arte es un testimonio de nuestro tiempo, una forma de narrar la historia desde la sensibilidad y la inteligencia. Es momento de reconocer su trayectoria, de agradecerle por cada exposición, cada artículo, cada curaduría que ha enriquecido el panorama cultural del Perú.
Este es un llamado a la comunidad artística, a los gestores, a los creadores y a todos aquellos que han sido tocados por su legado, para apoyarla en este momento. Porque si algo nos ha enseñado su vida es que el arte no se construye solo, sino en comunidad, con generosidad y con el firme propósito de seguir dejando huella.
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