Gustavo Emé: dibujar desde adentro
- Leyla Aboudayeh

- 2 dic
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Actualizado: 5 dic
En Estructuras desde la interioridad, Gustavo Emé dibuja como quien respira: entre control y desborde, convierte la línea en un puente entre su mundo íntimo y la ciudad que lo atraviesa. Un mapa emocional hecho de insistencia y revelación.
Escribe Leyla Aboudayeh

En los nueve dibujos que integran Estructuras desde la interioridad, Gustavo Emé parece buscar un punto de equilibrio entre el orden y el desborde, entre el pensamiento que organiza y la emoción que se escapa. Su obra, presentada en el Centro Cultural Cholo Terco bajo la curaduría de Angie Bonino, propone un viaje hacia lo más íntimo de la experiencia de dibujar: un proceso donde la línea se convierte en respiración, insistencia y revelación.
El artista describe su método como una oscilación constante entre el control y el abandono. “En el primer momento siempre hay un tema concreto: un lugar o un proceso, generalmente de un distrito de Lima. Sin embargo, a lo largo del dibujo hay una fluctuación permanente entre la intención y el fluir”, explica. Esa fluctuación, dice, da lugar a hallazgos que nacen del gozo más que de la razón, pero donde el pensamiento siempre termina reapareciendo para sistematizar lo descubierto. Dibujar, en su caso, es dejar que el inconsciente avance y que el consciente observe desde atrás.
Esa dinámica interior está atravesada por el entorno. Lima —la ciudad que habita y que lo habita— se filtra en sus obras como ruido, textura y persistencia. “Siento que me ha enseñado de ambas, fragilidad y resistencia, pero que sólo la resistencia aparece en mis dibujos”, confiesa. Lo hace a través de la elaboración minuciosa, casi terca, de sus piezas: “Un trabajo obstinado y perseverante que, desde fuera, debe parecer casi un sinsentido”. En sus trazos se percibe la terquedad de quien insiste en comprender lo que no puede decirse de otro modo.

Emé reconoce que el proceso creativo lo transforma. “Voy comprometiéndome más a nivel consciente y subconsciente, deseando perder menos tiempo en otras actividades. Algunas veces incluso he soñado con las obras, o con alguna de sus partes”, comenta. Ese vínculo entre cuerpo y papel, entre deseo y forma, vuelve tangible una interioridad que parece expandirse en el gesto repetido, como si el dibujo fuese una extensión del propio pensamiento.
En su práctica confluyen referencias ancestrales y contemporáneas. Su interés por la gráfica prehispánica —particularmente por los mantos Paracas— se funde con la estética de los videojuegos o las estructuras urbanas de Lima. Pero, más allá de las influencias, lo que lo conecta con lo ancestral es una manera de entender el dibujo como lenguaje primordial. “El dibujo como precursora y/o variación del lenguaje y también como magia”, afirma, recordando la noción de Joseph Beuys sobre la vida como arte. En su caso, la magia se manifiesta en la disciplina cotidiana, en el acto casi ritual de volver al papel una y otra vez.
Esa práctica paciente convive con el accidente y la imperfección, elementos que el artista ha aprendido a integrar. “Han sido innumerables las ocasiones en que he excedido el borde o manchado el dibujo con tinta o mis huellas. La suma de tantos accidentes me ha llevado a asumir la imperfección como una sombra que no sólo hay que superar, sino también entender y abrazar”, dice. Lejos de buscar la pureza, Emé se interesa por esa zona donde el error revela un sentido inesperado.

El artista reconoce también la distancia entre lo que imagina y lo que finalmente aparece en el papel. “No siempre lo que descubres te satisface, muchas veces no. Pero mientras más obras he terminado, mejor realizo las siguientes. Mi mayor enemigo, finalmente, es mi vida; todas aquellas cosas que no sean dibujar.” La frase resuena con una mezcla de ironía y sinceridad: su vida está atravesada por el dibujo, y el dibujo se ha vuelto su manera de vivir.
Después de veinticinco años de trayectoria, Emé se mantiene en movimiento, sostenido por una convicción que no cesa de interrogarse. “Lo que me sostiene es la certeza de que puedo hacerlo mejor y de que tiene sentido esforzarme en lograrlo. Lo que no me queda claro es por qué tiene sentido. Creo que ahí reside lo que se suele llamar propósito.” Para él, crear es una forma de tender un puente entre el mundo interior —“bastante autista”, según sus propias palabras— y el exterior. Dibujar se convierte así en un acto de conexión, una manera de no quedarse completamente solo.

En Estructuras desde la interioridad, esa búsqueda se materializa en líneas que se ramifican como pensamientos o ciudades invisibles. Cada dibujo es un mapa emocional, un registro de lo que se mueve adentro cuando el afuera se vuelve demasiado ruidoso. Quizá por eso el artista concluye: “Al realizar mi actual exposición, he sentido que todas las anteriores me hablaban, y me ha quedado mucho más claro qué es exactamente lo que quiero hacer en el porvenir más inmediato”.




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Gustavo Eme es un artista afamado con mucha creatividad y sensibilidad, quien expresa una innnata habilidad en sus pinturas. Seguiran sus éxitos artísticos y personales.