Formado en la famosa escuela holandesa De Stijl, Eduardo Llanos reaparece con su clásica serie de textiles, pinturas y esculturas. “Piel y texturas” inaugura el 11 de setiembre en La Galería de San Isidro.
Escribe: Czar Gutiérrez
El día que aterrizó en Lima, dos coches bomba con 250 kilogramos de explosivos cada uno explotaron a las nueve y quince de la noche. Veinticinco muertos doscientos cincuenta heridos y una onda expansiva que destruyó 63 automóviles estacionados, 400 negocios y 183 inmuebles, incluyendo la galería en la que iba a exponer. Era el 16 de julio de 1992 y el artista estaba preparando una muestra dedicada al encuentro de dos mundos en la Sala Miró Quesada de Miraflores, a pocos metros de Tarata. Recuerda a la gente corriendo por las calles, los rostros desencajados. Recuerda al curador diciéndole ‘haremos la exposición de todas maneras porque tal vez mañana no haya país’.
Eduardo Llanos (Lima, 1957) acababa de llegar de Holanda. En la Rietveld Academie de Ámsterdam se había graduado con un altar latinoamericano fabricado con espejos y desechos. Y de esta manera iniciaría una andadura por galerías de Eindhoven, La Haya, Amsterdam, Schiedam y Miami. Ahora estaba en su convulsionada ciudad natal que, efectivamente, tiempo después atestiguaría su arte, ese relampagueante viaje entre el textil precolombino, la arquitectura Bauhaus y el diseño gráfico de formas planas sobre una paleta de colores a lo Theo van Doesburg.
“Tal vez he de decir, antes que nada. que soy un ‘cholandés’, una suerte de neologismo, constituido por la mezcla y las raigambres de ambas culturas en la que me he movido felizmente algo más de 45 años. Aunque ya desde niño, hasta ahora suelo recordar al padre neerlandés de unos queridos amigos que solía contarnos historias de su tierra lejana, como la del pequeño Hans que con su dedo en el dique trataba de impedir la inundación de su pueblo. Pero también a mi abuelo paterno, que era inspector de aduanas y solía llevarme a ver los barcos de allende los mares a los muelles del Callao. Sin dejar de lado a mi bisabuelo de origen chino a quien conocí poco, pero fue uno de los talladores de los balcones de la Municipalidad de Lima”, dice el artista.
Y continúa: “Eso no es extraño en países como los nuestros donde, históricamente, la migración es pan de cada día y el que no tiene de inga tiene de mandinga. Lo comento, pues mi trabajo artístico está teñido de esa mezcla y yuxtaposición insólita de estilos, saberes e ignorancias, repeticiones y descubrimientos, avances y retrocesos que siempre se trasluce en las propuestas que voy presentando. Tal vez también de ahí procede esa cuestión de Piel y textura que moviliza mi nueva muestra. Estos elementos mencionados previamente seguro teñirán mis palabras mientras voy respondiendo a tus interrogantes”.
En tres palabras. ¿tu nueva muestra sería cubismo, rugosidades y aleaciones de plata?
Diría que rugosidades inspiradas en la piel y textura de capas y pliegues que nos constituyen. Rugosidades armónicas y a veces también conflictivas. La idea es presentar 16 obras, entre pintura, escultura y textiles escultóricos. Pero depende del momento del montaje. Ya hay una idea, felizmente tenemos más obras como para jugar y decidir lo más pertinente.
“Estas obras pretenden ser metáfora de esos misterios que la piel muestra y a la vez oculta, protege y a la vez devela en el encuentro con ese otro”, señalas.
Como decía, la piel es ese espacio intermedio en lo interno y lo externo que se va formando a lo largo de la vida, pero también va adquiriendo distintas connotaciones según el momento, la motivación y la cultura. Puede tener una gama tremenda de sentidos y significados. Nos sirve de protección, pero también inevitablemente muestra lo que llevamos dentro. Física y psíquicamente. No es lo mismo ser o tener “piel roja” o cubrirla con un velo. Pero además cobra un sentido en el encuentro con otra persona, que puede considerarte un esperpento por tu piel o adorarte justamente por eso. Lo mismo sucede con un artista y su obra de arte. En el encuentro con el público, con ese otro, te expones. Y lo que le produce a ese otro es fundamental. Es un riesgo por el que hay que pasar. Quieras o no te afectará, te obligará a una respuesta. Ese es un reto atrevido y atractivo. Hay que estar dispuesto a arriesgar, a que guste o moleste tu obra, al punto que quiera ser agredida. Tal vez lo peor es que solo encuentre la indiferencia.
Mondrian, van der Leck y van Doesburg, artífices del movimiento Stijl donde también te formaste, evolucionaron del cubismo hacia una abstracción geométrica pura. ¿Tú por dónde vas?
Esto es difícil de responder. De alguna forma están siempre presentes en mi trabajo, a veces hasta a regañadientes. Recuerdo que hace años, en mi examen final en la Academia Rietveld, hice un altar monumental con toda la basura que recolectaba en la escuela. En el lugar del santo había un espejo donde el espectador podía encontrar su imagen. La cáscara de la obra era neobarroca, pero la estructura interna tenía una geometría muy precisa ligada al estudio geométrico de la arquitectura religiosa. Desde entonces existe este interés por la piel y lo profundo. Algunos docentes estaban indignados, otros felices por el atrevimiento. Gracias a esa controversia, en 1992 fui invitado a exponer en el Museum voor Volkenkunde de Rotterdam y en 1993 repliqué acá parte de esa muestra en la Sala Miro Quesada Garland.
¿Qué pintura te convirtió en pintor?
Cada domingo visitaba a mi abuelo en el Callao y me esperaba sobre su escritorio papeles en blanco y lápices de colores. Hacia diciembre solíamos tomar el tranvía a unos bosquecillos a la espalda de la iglesia de Carmen de la Legua para recoger ramitas de sauces. Con ellas hacíamos una casita para hacer el nacimiento. Allí nació mi vocación, mi necesidad de crear nuevos mundos jugando con los materiales. No solo con la pintura plana sino con lo que hubiera a la mano para crear espacios tridimensionales. De allí tal vez mi relación con la escultura y la arquitectura. Esos garabatos al calor del hogar de mi abuelo me convirtieron en artista plástico.
También eres sicoanalista. ¿Qué aprende un sicólogo haciendo obra plástica?
La creación es un espacio lúdico y reflexivo. Mientras uno va jugando con los materiales, intentando producir imágenes y objetos, va pensando y dando sentido a las vicisitudes de la vida personal y del mundo que nos rodea. A veces no es fácil, porque la realidad es tan abrupta que te deja agotado sin ganas de correr el riesgo de dejarte tentar en crear. Pero, como decía un colega, el arte es la respuesta a un mundo insoportable, es la búsqueda por darle otro sentido.
¿Y qué aprende un plástico sicoanalizando a la gente?
Mucho, debo a las personas que vienen a mi consulta honor de confiarme sus angustias y sinsabores, pero también sus alegrías. Con mucho respeto y confidencialidad, sus cuitas me conmueven y nutren. Me tocan consciente e inconscientemente. La vida no existe sin el conflicto. Intentar resolverlo es un arte. El deseo y sus conflictos son el motor y motivo, como dice la canción, para seguir adelante.
Los cubistas holandeses buscaron una expresión de la estructura matemática del universo y de la armonía universal de la naturaleza. ¿Y tú?
Tal vez lo que intente sea expresar mi concepción de conflicto y armonía interna en constante búsqueda de resolución. Eso de hecho tiene implicancias conscientes e inconscientes. Personales y sociales. Vivir en un mundo y un país como el nuestro nos plantea retos tremendos. A veces insoportables.
¿En qué museo te quedarías a vivir?
En el Tropenmuseum de Amsterdam, siempre he fantaseado que esas inmensas salas repletas de piezas traídas de todo el mundo con huellas de un pasado colonial controvertido cobran vida de noche y se arman unas jaranas de padre y señor mío.
¿Qué encargo artístico no aceptarías jamás?
No sé, debe ser muy aburrido, hacer algo para un ministerio o entidad burocrática.
Kela Cremaski, Olga de Amaral, Shiela Hicks, Herman Scholten, Maria Blaisse, Venancio Shinki, Gerrit Rietveld y Carlos Runcie: ¿qué te dicen?
Esta pregunta me toca fibras emocionales gratamente. Conocí a varios de ellos, de muy joven visité varias veces a Kela Cremaski, que me enseñaba sus obras con mucha simpatía. También de joven conocí a Sheila Hicks en su taller París, le encantó recibir a un joven peruano que se atrevió a llamarla por teléfono. Herman Scholten y Maria Blaisse, entre otros, fueron mis grandes maestros en la Rietveld Academie, de ellos aprendí que la sobriedad y el trabajo diario, terco y constante rinde sus frutos. Qué decir de Carlos Runcie, un gran amigo y colega que siempre ha estado allí con su entusiasmo presto a dar una mano y con quien comparto inquietudes estéticas de nuestra generación y procedencia.
Lugar: La Galería.
Fecha: Del 11 de setiembre al 5 de octubre.
Dirección: Conde de la Monclova 255, San Isidro.
Horario: De lunes a viernes de 11 a 8 pm y sábados de 4 a 8 pm.
Ingreso: Libre.
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