i: Subterránea de Nueva York:
Sale cada mañana con una Kodak Instamatic, regresa con alfombras para atemperar el frío. Estamos en 1995 y la artista trabaja en un sótano con emulsiones de plata líquida. La ampliadora tiembla cuando pasa el metro y ella tiene que calcular los minutos para no corromper el papel fotosensible. Camina por Manhattan disparando: situaciones, paisajes, retratos. La camarita es una extensión de su mente. Es una chica peruana que acaba de llegar a NYC. Estudia cerámica y dibujo. Trabaja en la Biblioteca Pública de la 5ta Avenida, en el Templo Masónico. Restaura en pan de oro. Trabaja molduras, murales, diseño interior. Se especializa en pintura decorativa y trompe l’oeil. Estudia fotografía en el International Center of Photography, pintura y dibujo en el Arts Students League y cine en NYU.
Se hace selfies. Amplía los negativos. Los revela selectivamente por zonas con brochas, esponjas, pinceles. Salpica el revelado. Crea texturas. Las reescribe con lápices de vidrio. Trabaja con su rostro y con otros rostros. Con otros cuerpos de mujeres. Todo ese trabajo terminará conformando Autorretrato en femenino, poderosa colección que ahora atesora el Museo de Arte de Lima. Pero no se detiene, sigue pintando con el revelador. Notas sobre un mundo paralelo será otro conjunto trabajado también con ampliadora, brochas, químicos y lápices interviniendo imágenes capturadas en una fábrica donde la artista decora maniquíes. Para perfilar con nitidez su horizonte más próximo: la mujer como agente generador de la historia.
ii: Peregrinaciones de una esteparia:
Una alfombra de gramíneas decorando la vertiente occidental de los Andes. Quebradas y cañones. Matorrales secos y pajonales abismándose desde Trujillo hasta Tacna. Ascendiendo hasta los 4 mil m s.n.m. por el contrafuerte andino, cuchillo perpendicular rico en huarangos, bromelias y cactáceas. Es la estepa peruana, espectáculo natural que deslumbrara a la escritora francesa Flora Tristán cuando en 1933 llega al Perú y viaja por tierra a Arequipa buscando alguna redención posible para su condición de paria escindida de su femineidad, probablemente atemperada por cierta ideología posnapoleónica, pero finalmente lacerada por lo patriarcal.
El paralelo con la obra vital de Ana De Orbegoso no parece precisamente arbitrario. Toda peregrinación es también una expiación. Y si en Peregrinaciones de una paria (1938) Tristán construye una errancia que la lleva al encuentro de ella misma, De Orbegoso sitúa a sus personajes en tiempos y espacios históricos sombreados por una identidad mestiza en su autorrepresentación. Pero ambas, tanto la escritora decimonónica como la artista visual contemporánea, actúan en momentos históricos unívocos y coherentes que peregrinan en búsqueda de una verdad: el eterno femenino. Y ambas adscriben una concepción de la identidad como creación sustantiva y coherente del sujeto moderno.
iii: Radicales libres:
Fajas, ollas, sartenes, pestañas postizas, zapatos de taco alto, rizadores, laca, maquillaje facial, corsés, sostenes. Nueva York, especialmente durante los ochenta, es el germen de sensibilidades femeninas cuyo epicentro (¿tal vez Playboy?) instrumentaliza algunas variedades de tortura femenina. De Orbegoso camina con cautela, probablemente sin adscribir necesariamente los principios de New York Radical Women (NYRW), pero su iconoclastía tiene poderosas razones fundacionales en un país con claros vestigios de racismo, discriminación, pobreza y endeble sistema educativo. Además, un acentuado machismo y violencia contra la mujer cimentan el feminismo de una artista cuya solidez cultural viene de casa: su madre es una célebre compositora criolla, su tatarabuelo un expresidente de la república.
Así, ha elegido Nueva York para acercarse al centro de la historia, para vivir atenta a su tiempo. Es decir, para pensar las múltiples identidades que interactúan en una de las metrópolis más ricas y diversas del mundo. Para pensar la suya y para reestructurarla. ¿Qué hago con esta interacción entre mi identidad feminista y lo que me conmueve existencialmente, históricamente, folklóricamente?, se pregunta. Entonces su universo deviene un inteligente diálogo, equilibrio de valores, símbolos, creencias y costumbres que van a encontrar otro centro en la iconografía popular, la memoria colectiva, el video, la escultura, el collage, el arte textil, la instalación, las proyecciones multimedia y las intervenciones.
iv: Blindo tu corazón:
Todo empezará a detonar con Sobre sueños y pesadillas (1988), debut absoluto de De Orbegoso en galerías con una colección de rostros y cuerpos de mujeres en reclamo abierto de sororidad. Trabaja desnudos abstractos y en movimiento en base a proyecciones de slides y retoques fotográficos con presencia de retazos de tela y cuero de los talleres del Soho que rescata de la basura. Abuso doméstico, violación, feminicidio, falta de paridad. Para que todo ese empoderamiento solidifique en una serie de chalecos con un mensaje, que ella llama “armadura emocional”: los Power Vests (2020), que no serán solamente una transacción entre el deseo encubierto de vestirse y el deseo manifiesto de interpelar, demandar y reparar: es un vestido de mujer que pone el alma al descubierto.
Como cuando instrumentaliza su arte en el órgano cardiaco: la artista reivindica esa estética popular que convierte el sístole y diástole en un verdadero núcleo generador de sentimientos en clara referencia metafórica al romántico medieval. A ese ideal de cortejo, al corazón físico idealizado en esa simetría recargada de parafernalia de objetos y símbolos, De Orbegoso le da un tratamiento rico en collages y fotomontajes hasta convertir a Directo al corazón (2002) en un ejemplo paradigmático, una colección de alegorías adscritas a la experiencia de distintas místicas que van de la pasión, la entrega, el fervor y el martirio religioso a un símbolo de la cultura popular, que terminará incorporándola a su semiótica actual: el logotipo I♥NY, por ejemplo.
iv: Revelado, positivado, sonorización:
Precisamente sobre la pared de un edificio adyacente a su casa neoyorkina la artista imprime, en plena deriva pandémica, una serie de imágenes con un mini proyector, documentos visuales de marchas ciudadanas por la reivindicación de derechos de la mujer, trans y LGBT+ (Proyecciones Feministas, 2020). Antes, su display sobre repositorio arqueológico ¿Y qué hacemos con nuestra historia? (2017) ya había metamorfoseado diferentes rostros contemporáneos sobre un huaco-retrato de la cultura Moche (200 d.C.) detonando una serie de representaciones, que iban del selfie a la historieta o la foto carnet, para terminar develando la cara de los descendientes de los Chavín, Moche, Paracas, Nazca, Vicus o Tiahuanaco.
No menos incisiva a la hora de articular memoria e historia resultará su celebrada película La última princesa inca (2015), donde recrea, retoca, reinterpreta y rehabilita la pintura del matrimonio de la ñusta inca Beatriz Clara Coya con el capitán español Martín García de Loyola. La narrativa audiovisual desborda sus propias posibilidades para debatir la idea central de colonialidad epistémica, la teoría social occidental, los centros hegemónicos, los patrones de dominación e, incluso, la dispersión y violencia que semejante enlace metaforizó. El nodo de la propuesta, matizado con símbolos tradicionales, devino en una instalación multidisciplinaria con animación y juegos virtuales que ganó al mejor corto experimental en el Big Apple Film Festival 2015 de Nueva York y fue distinguido en el California Women’s Film Festival 2016.
v: Pago a la tierra:
La pureza de María virgen, incorporada para el nuevo mundo bajo las formas barrocas y naturalistas especialmente de Caravaggio y Murillo, extendió su imaginería como otra forma de conquista cultural. Esto es, un arte mariano milagrero y evangelizador que se organiza para comunicar creencias y valores estéticos. Entonces De Orbegoso, cómo no, subvierte una vez más el mensaje: sus Marías son mestizas, indígenas, de manufactura local. Aquellas Vírgenes urbanas (2006) arrastran una nueva idílica con menos objetivos milagreros y más significantes basados en conceptos de nación.
Es decir, degrada esa lucha simbólica y ancestral (la “colonización de lo imaginario”) para asumir una apuesta viva, festiva e identitaria propia de la colectividad histórico-cultural de la que procede. La artista ha paseado con ellas por calles, plazas y monumentos arqueológicos de 35 ciudades peruanas en un inédito tour de force cuyo arrastre y pulsión debió asumir características diversas, rasgos de una cosmovisión que tampoco es definitiva. Tendrán un mayor o menor localismo, pero tienden a ser más universales. Eso sí, terminó como un evento festivo, generador de interacción, organización social y cohesión política. “Es mi pago a la tierra”, dice la artista.
vi: Obturación y arrastre:
Fueron precisamente estas vírgenes, acompañadas de una banda local, quienes encabezaron la doble jornada inaugural de Memoria [en] femenino, la extraordinaria muestra antológica que exhibe hasta septiembre el Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Lima. En el centro de la descomunal muestra se ha construido un templo ceremonial de adobe y ladrillo (huaca) para marcar una línea de tiempo (Archivando la historia): incrustaciones de metal, posters chicha y huacos de oro gobiernan la escena. Tres bustos de la princesa, relicarios descolonizadores, rostros de ángeles, de santos, quipus como collares con cuentas reales significando los casos de violencia contra la mujer. Atrás, otra princesa y la frase #NiUnaMenos.
Y si en la entrada hay una pieza interactiva que interroga a la concurrencia (“¿qué harías por tu país?”), la imagen audiovisual de un ekeko (muñeco símbolo de la abundancia, fecundidad y alegría) cargado de globos infantiles ironiza la realidad política peruana. Resinas translúcidas, lámparas de proyección, sistemas ópticos disparando hacia diferentes objetivos. En fin, son 30 años de entrega artística para una de las muestras más poderosas, que su autora resume en tres preceptos: “conoce tu pasado, aprópiate de su historia, reescribe su futuro”. Al final, termina reconfigurando conceptos como tradición, soberanía y sororidad. Una vuelta de tuerca al self-sovereign identity en manos de quien vuelve a hacer poesía con la historia.
(*) Memoria [en] femenino, de Ana de Orbegoso, estuvo hasta el 18 de septiembre de 2022 en el ICPNA de Miraflores, Lima.
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