De óxido y acero
- Czar Gutierrez
- 15 may
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Actualizado: 16 may
Una exégesis acerca de la nueva bipersonal de Mónica González Tobón y Percy Zorrilla: El hombre Pentágono y el misterio de las formas. Va en La Galería de San Isidro hasta el 5 de junio.
Escribe: Czar Gutiérrez

"El arte no reproduce lo visible; vuelve visible lo invisible", clamaba Klee desde la Bauhaus. Pero, ¿qué hacer cuando lo invisible —en este rincón baldío del globo donde los ministros de cultura son ágrafos— es justamente el arte mismo? Mónica González Tobón y Percy Zorrilla, alquimistas del vacío, han erigido su bipersonal El hombre Pentágono y el misterio de las formas como un acto de insubordinación metafísica.

El pentágono —esa forma que en Platón simbolizaba el éter y en el Pentágono de Washington el horror bélico— deviene aquí crisol de paradojas. Los Zorrilla, modernos Hipatias en una Alejandría tomada por analfabetos, tallan ecuaciones en acero mientras el Ministerio de "Cultura" (sic) gasta su presupuesto en selfies. Sus esculturas, herederas del menos es más miesiano, pero también de los quipus incas, son jeroglíficos que nadie en esta tierra de comerciantes intentará descifrar.
Oteiza, ese vasco que desocupó espacios como quien desangra una herida, les susurra al oído: "El arte es la muerte de la forma". Y ellos, fieles a ese mandato, esculpen no objetos: ausencias. Que, además, brillan. Ella afirma que su obra "refleja la luz y el alma nacional: etérea, evanescente, incapaz de solidificarse en proyecto alguno”. Su marido dobla el metal como si fuera el destino de un país que siempre vuelve a curvarse ante la mediocridad.
Sus obras públicas en Alemania o Emiratos —países que sí entienden el acero como metáfora civilizatoria— son el exilio dorado de quien sabe que aquí, entre mafias porcinas en el municipio, el legislativo y el ejecutivo, una escultura es apenas ese obstáculo para instalar un puesto de anticuchos. Por eso montar esta exposición en tan prestigiosa galería sanisidrina equivale a plantar un jardín zen en medio del sumidero nacional.
Entrando en materia
Lo que los Zorrilla proponen en forma de exposición es una topografía espiritual del límite. Donde cada plano de acero pulido devendría en eco de aquella sentencia de Baudrillard: "Lo real no es solo lo que puede reproducirse, sino lo que siempre ya está reproducido". Sus formas no habitan el espacio: lo desocupan como Oteiza desarticulaba la materia para encontrar el silencio primordial.

Por ejemplo, esa figura de 5 lados y 5 vértices, la quintaesencia pitagórica, opera aquí como axis mundi. No es casual que Platón asociara el dodecaedro (de caras pentagonales) al éter: los Zorrilla construyen catedrales laicas donde el número áureo deviene rito. Como Hilma af Klint pintando para espíritus invisibles, ellos esculpen para ese "hombre cósmico" que el Perú contemporáneo ha olvidado bajo el peso de su propia chatura.
Material de tanques y rascacielos, el acero en sus manos sufre una kenosis: se vacía de su carga bélico-industrial para devenir soporte de luz. Es la misma paradoja que Anselm Kiefer exploraba al convertir plomo en poesía. Cuando Gonzáles Tobón afirma que "el acero refleja lo inmaterial" está citando, sin saberlo, a Malevich: "El cuadrado negro es el cero de la forma".
Por su lado, la colaboración entre ambos remite a los "agenciamientos colectivos" de Deleuze-Guattari: Zorrilla, fuerza centrífuga que expande el espacio; Gonzáles Tobón la intensidad centrípeta que lo condensa. Juntos, realizan lo que Bataille llamaría "economía sagrada": gastan metal sin calcular retornos en un país donde el arte es visto como inversión, no como revelación.

Las oquedades en sus esculturas no son ausencias, son "presencias negativas" al estilo de Giacometti. Cada intersticio es un taypi (el centro andino que todo lo une), recordando que, en un Perú fracturado, solo el arte puede suturar lo político con lo sagrado. Turrell —maestro de la luz como materia— encontraría aquí discípulos inesperados. Las sombras proyectadas son menos accidentes que esculturas secundarias, esas que cambian con el sol como si el cosmos colaborara en sus obras.
El espectador como intruso
Una exposición para ser habitada, eso es. Como los "espacios relacionales" de Bourriaud, exige un cuerpo que complete los vacíos. Ironía suprema: en una sociedad que idolatra lo instantáneo, sus obras reclaman tiempo real para ser descifradas. Así, los Zorrilla financian su arte público en el extranjero. Sus obras en Alemania son el espejo que este país no merece: reflejan lo que podríamos ser si no viviéramos de espaldas a lo sublime.
En la época de la "estetización de la banalidad" (Sloterdijk), su obra es un contra-ritual. Cada ángulo recto es un desafío a la curva fácil del Instagram. Esta exposición no termina el 6 de junio. Como el "arte procesual" de Beuys, seguirá creciendo en quien la haya vivido. Porque aquí no se trata tanto de hacer objetos como de sembrar semillas de silencio en el desierto ruidoso de la posmodernidad peruana.

Y porque, además, juegan al ajedrez cósmico con piezas que evocan a Brancusi ("La simplicidad no es un fin, sino llegar al sentido real de las cosas"). Sus planos de acero cortante son cuchillas que diseccionan nuestra ilusión de modernidad: ¿cómo hablar de arte público en una ciudad donde la última "escultura" relevante fue el muñeco de Boluarte quemado? Kandinsky, desde su tumba, ríe: "Lo espiritual en el arte" aquí se reduce a los espíritus que los políticos invocan en sus rituales de corrupción.

"El arte es la mentira que nos permite conocer la verdad", dijo Picasso. En el Perú de hoy, donde la única verdad es el robo descarado, los Zorrilla tallan mentiras que duelen. Su obra, como un espejo ustorio, concentra los rayos de un sol que este país insiste en eclipsar. (Post Data: Si algún funcionario lee esto entre dos coimas, que sepa: esa "cosa rara" que vio en San Isidro no es un adorno. Es el cadáver exquisito de todo lo que su generación ha matado).
Mientras tanto, que brille como un pentágono en la noche: alguna forma perfecta en el caos.
Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255 - San Isidro
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 pm. Sábados de 3 a 7 pm
Hasta: 5 de junio.
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