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Bajo los truenos de Xangô: el bitute según Joan Entes

  • Foto del escritor: Leyla Aboudayeh
    Leyla Aboudayeh
  • 12 sept
  • 4 Min. de lectura

Joan Entes Jiménez Suero presenta Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, una exposición que celebra la calle como espacio de memoria, afecto y resistencia afrodescendiente. Del 30 de julio al 13 de septiembre en la Alianza Francesa de Lima.


Por Leyla Aboudayeh


Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra
Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra

Los almuerzos en casa de la abuela Rosa parecían no terminar nunca. La música criolla abría la jornada, mientras los olores de la cocina se fundían en un llamado colectivo. “La familia no paraba de llegar —recuerda Joan Entes—, algunos comían en el sillón porque las mesas no daban abasto. Eran risas y conversaciones súper interesantes, a las cuales se sumaban las cervezas, que siempre llamaban al baile y al debate”.


De ese recuerdo inagotable, heredado del comedor familiar, nace la obra Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar. Un paisaje escultórico en hierro calado donde Joan reconstruye, desde la memoria y la experiencia migrante, un barrio ficticio pero profundamente real. El bitute, más allá de la comida, es aquí un intersticio urbano: un espacio de afectos, conversaciones y resistencia.


Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra
Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra

El artista explica que en estas escenas de hierro late una noción clave: el marroneo. “El marroneo es parte de la identidad de quienes somos: el gran grueso de la población que aún no nota que somos más, y que aun así somos los discriminados”, señala. Citando a Nicomedes Santa Cruz, recuerda que vivimos en una sociedad fraccionada y atravesada por un racismo sordo. Frente a eso, el marroneo es reunión, baile, debate, esquina y barrio. En us esculturas, se traduce en homenajes a esa vida compartida que resiste en cada gesto.


Desde su residencia en Miami, Joan mantiene la mirada atenta a cómo los territorios dialogan entre sí. “Ser migrante me permite observar con detalle cada atmósfera y notar cómo ciertos patrones se repiten: la música, la cotidianidad latina del abrazo a través de la comida. Son prácticas que se viven en los barrios, solo cambian los acentos”. En su obra, las calles de Comas, el Centro de Lima y la Calle Ocho en Miami se funden en un solo mapa afectivo.


Detrás de cada escultura hay recuerdos precisos. El artista evoca escenas fotográficas capturadas al azar, composiciones que, al mirarlas después, le revelaban la potencia de lo cotidiano. “Mucho viene de recuerdos de casa de mi abuela. Otros son de amigos y familiares: la copla de los tres amigos —Luis, José y Rodrigo—, o mis hijos Kai Malik junto a mis padres, Judith y José Antonio. También está la pareja bailando muy entregadamente en la Calle Ocho, en Miami. Son memorias que se vuelven universales porque cualquiera puede reconocerse ahí”.


Su práctica artística ha estado siempre atravesada por una reivindicación afro. “A lo largo de

estos años he trabajado lo afro y la calle: dónde nos encontramos, cómo nos vemos, cómo nos vestimos, cómo somos. Todo a través de los ojos de un afro que pinta, esculpe y genera

ideas que terminan siendo obras”, afirma. La música y la cultura afrodescendiente son, para

él, armas de resistencia.


No es casual que encuentre afinidad con la noción de brown commons planteada por José Esteban Muñoz: los bienes comunes marrones, esos vínculos afectivos que sostienen comunidades racializadas. “Los afrodescendientes estamos sometidos a márgenes donde solo se nos permite ser futbolistas, cocineros, bailarines o voleibolistas. Esas prácticas racistas nos segmentan. Con mi trabajo busco abrir la conversación sobre qué puede ser una persona marrón, y mostrar cómo algo tan sencillo como una comida en casa puede volverse una festividad que genera cultura, historia y conexión directa con lo nuestro: lo negro, lo marrón”.


Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra
Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra

En sus esculturas, los personajes aparecen simplificados, como grabados que se liberan en el espacio. Joan recuerda que el proceso proviene de su trabajo con la xilografía: “La simplificación del color a través del metal crea estos personajes. Aunque nacen como grabados, en la práctica lo escultórico se ha apoderado del espacio, en forma de instalación”. Parte fundamental de esta evolución ha sido el trabajo conjunto con la curadora


Gisselle Girón, con quien lleva meses dialogando para dar forma a la muestra.

En este barrio inventado, el hierro deja de ser rígido para volverse memoria y celebración.

Cada silueta representa lo que el artista llama “la esquina del debate y del chismecito, del

vals improvisado y de la música que siempre regresa”. Son escenas urbanas que rinden

tributo a una estética afrodescendiente que reclama lugar en la calle, bajo los truenos de

Xangô.


Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra
Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar, Joan Jimenez. Foto: Juan Pablo Murrugarra

Porque al final, lo que queda es la certeza de que en la mesa larga del bitute siempre hay espacio para más. Que las conversaciones y los bailes nunca terminan. Y que, como insiste Entes, “eso que nos pertenece —el barrio, la reunión, el goce— merece ser esculpido y recordado con justicia y con fuerza”.




Exposición: Y a la hora del bitute, la jamancia va a sobrar de Joan Entes Jiménez Suero

Curaduría: Gisselle Girón Casas

Lugar: Galería L’Imaginaire, Alianza Francesa de Lima – sede Miraflores

Fechas: Del 30 de julio al 13 de septiembre de 2025


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