Del libro al paisaje: los MMOT de Sergio Guzmán en clave artística
- Leyla Aboudayeh
- hace 3 días
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Sergio Guzmán y una reflexión sobre los diálogos posibles entre el diseño, el arte y el paisaje. A partir de su libro MMOT, este ensayo explora cómo sus ideas resuenan en el arte peruano contemporáneo y en la práctica del territorio.
Por Leyla Aboudayeh

¿Qué tienen en común Juan Javier Salazar, Ishmael Randall Weeks y las pinturas rupestres de Lascaux? La respuesta, quizás inesperada, está en MMOT. Mejores modelos de ocupación del territorio, del arquitecto Sergio Guzmán, director de la oficina de arquitectura Méctamo. Lejos de abordar el espacio desde una lógica técnico-funcional, Guzmán propone una reflexión sobre las formas en que habitamos, narramos y afectamos el territorio. Desde esa premisa, plantea una herramienta conceptual para leer prácticas que intervienen el espacio no como contenedor neutral, sino como campo simbólico y político. Así, se abre una vía para pensar el arte no solo como objeto, sino como gesto situado: un modelo de ocupación sensible y crítico del mundo.

En MMOT, Guzmán plantea que los “modelos de ocupación del territorio” no deben entenderse como estructuras físicas fijas. A lo largo del libro, traza un recorrido que va desde la arquitectura militar hasta la percepción ecológica de Gibson, pasando por la Gestalt, la empatía espacial y la estética afectiva. Su tesis central es clara: los MMOT son dispositivos de lectura y proyección, capaces de modelar tanto el entorno como la experiencia del habitar. Desde ahí, el libro abre un cruce estimulante con muchas de las preguntas que el arte contemporáneo peruano ya viene formulando desde otros lenguajes.
Cuando se le pregunta si imagina a artistas haciendo MMOT sin saberlo, Guzmán responde con una lista que funciona como constelación: desde el land art y el mapping art hasta Isadora Duncan, pasando por el Gramsci Monument de Thomas Hirschhorn. A esta constelación se suman las propuestas de Juan Javier Salazar y el trabajo de Randall Weeks. "¿No son acaso modelos de ocupación del territorio las pinturas de las cuevas de Lascaux y Altamira?", pregunta. Lascaux, en efecto, es una cueva francesa famosa por sus pinturas paleolíticas de animales, elaboradas hace más de 20 mil años, y consideradas uno de los registros visuales más antiguos del vínculo entre humanidad y paisaje.

En esa misma línea, El jardín de las delicias de El Bosco podría pensarse como una cartografía especulativa: un mundo dividido en paraíso, tierra e infierno, donde la vida es representada como un sistema de ocupación simbólica. La pintura se transforma así en paisaje moral, filosófico y también corporal.
El Gramsci Monument, por ejemplo, fue una escultura viviente construida en 2013 por Thomas Hirschhorn en un conjunto habitacional del Bronx. Concebido como un espacio de encuentro, archivo y acción, el monumento funcionaba no solo como homenaje a un filósofo, sino como una forma de activar el pensamiento crítico desde lo cotidiano. Aquí, el arte era diseño y el diseño era acción social: en ese cruce de lo físico, lo simbólico y lo comunitario, Hirschhorn construyó, sin duda, un MMOT.

Esa pregunta es clave. No apunta a un estilo o técnica, sino a una actitud frente al espacio. Una manera de intervenir el mundo —con el cuerpo, la imagen, la memoria— para producir una relación transformadora con él.
Un caso que permite pensar esto desde el Perú es La máquina de arcilla, obra de Emilio Rodríguez Larraín realizada en Huanchaco durante la III Bienal de Arte de Trujillo (1987–1988). Construida con técnicas ancestrales y compuesta por siete muros secuenciales de adobe, evocaba tanto la arquitectura precolombina como el ritmo del mar. Aunque durante décadas fue víctima del abandono institucional, su existencia sigue recordando que el arte puede modelar el territorio más allá de la duración física de la obra.


Uno de los ejemplos más elocuentes de MMOT en el arte peruano es Pizarro (2001), de Juan Javier Salazar. En esta acción, el artista cubre con un gran telón impreso con piedras incaicas la estatua del conquistador español ubicada en la Plaza Mayor de Lima. El gesto —breve, furtivo, casi mágico— reconfigura el espacio simbólico y activa una ocupación crítica del territorio desde lo visual y lo histórico. No se trata solo de una intervención política, sino de un diseño performativo del paisaje, donde el cuerpo, la tela y la historia colisionan. En palabras de Guzmán, este tipo de obras “generan nuevas posibilidades de ocupación del territorio” y declaran una posición frente al pasado, la memoria y la ciudad.
El trabajo de Randall Weeks explora las ruinas, los materiales y las capas temporales como si el territorio fuese una maqueta abierta a intervenir. En obras como Ciudad del Sol, realizada junto a Ximena Garrido-Lecca, se invita al público a construir tapiales de tierra y papel como ejercicio colectivo de reconstrucción simbólica del espacio: una ciudad que mezcla esoterismo, información y barro.

Incluso en prácticas más recientes, como las de Alessandra Risi o Claudia Coca, podríamos identificar posibles MMOT: narraciones visuales que toman el cuerpo como territorio en disputa, o que proponen otras formas de mirar la ciudad y sus huellas.

“Veo en el arte, a la par que en el diseño, la capacidad brutal de ocupar estos criterios”, escribe Guzmán. “Volviendo al arte, principalmente, una práctica de reconocimiento de futuros inciertos”. Más que una clasificación, pensar el arte desde los MMOT es una invitación: a leer los gestos artísticos como modelos de ocupación simbólica, a mirar el territorio como archivo sensible y a recordar que toda práctica del paisaje también es una forma de futuro. MMOT funciona como un marco expansivo. Permite pensar el arte como una forma de estar en el mundo, de organizar la percepción, de declarar una posición frente al territorio.
MMOT. Mejores modelos de ocupación del territorio, de Sergio Guzmán, ha sido publicado por la Editorial UPC en 2024. Disponible en formato físico y digital a través de su librería virtual.