La mesa está servida
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- 17 may
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La muestra La mesa está servida de Marcos Palacios explora, desde el exceso visual, las tensiones del consumo y la convivencia en la sociedad contemporánea.
Escribe Juan Peralta

La décima tercera muestra de Marcos Palacios en la galería Limaq de la Municipalidad Metropolitana de Lima, titulada La mesa está servida, presenta una serie de pinturas que abordan la noción de exceso en la sociedad contemporánea. Cada obra encarna lo efímero y lo irreversible, convirtiendo estas ideas en imágenes que evocan un destino inevitable. A través del desorden y el ruido visual, la exposición emite una advertencia silenciosa que interpela y confronta al espectador.
Con un lenguaje expresionista cargado de tensión, cada cuadro refleja la ansiedad y la confusión de un mundo saturado de información e imágenes. Esta constante sobreexposición alude directamente a la lógica de la sociedad de consumo y a las reflexiones de Guy Debord sobre el espectáculo y los juegos de poder de los que hoy somos parte. En este contexto, el horror vacui, presente en la saturación de elementos, se convierte en una estrategia que revela el exceso como síntoma de nuestro tiempo.
Las composiciones de Palacios, densas y complejas, configuran un universo visual profundamente singular. Sus lienzos, poblados por gestos intensos, colores vibrantes, líneas que atisban su sentido gráfico y estructurante, y figuras en movimiento, activan el espacio pictórico y despliegan escenas donde conviven el diálogo, la celebración y el conflicto. Esta profusión formal, lejos de responder a un mero afán decorativo, encarna una voluntad expresiva que opera tanto desde lo sensorial como desde lo simbólico.
Entre las obras más destacadas de esta serie se encuentran El hijo pródigo, Amantes y Monarca, escenas que giran en torno a la mesa y al acto del convite. Estos espacios, cargados de tensión y energía, simbolizan la complejidad de los vínculos humanos y sus constantes transformaciones.

Su nueva entrega expone una reflexión sobre los excesos —a veces festivos, otras febriles y agobiantes— y su relación con el bienestar y el riesgo. El ser humano aparece como un agente de afectación, cuyas relaciones sociales moldean y distorsionan su propia imagen. Esto se evidencia en los rostros, ojos y bocas fragmentados o alterados, en los cuerpos dislocados por la acción y el deseo: reflejo de las particularidades, prácticas, intenciones y contradicciones de los sujetos representados.
Se configura aquí una exploración del ser humano en su estado más elemental: un retorno a lo originario que se intensifica mediante un primitivismo estético deliberado, encarnado en la utilización de formas esquemáticas y colores de una expresividad cruda. El artista adopta este lenguaje visual no como un gesto ingenuo, sino como una estrategia crítica que convoca una inmediatez febril y una autenticidad visceral. En esta dinámica, la energía vital deviene en un flujo tenso que oscila entre la mesura y la irracionalidad, entre lo corpóreo y lo espectral: una presencia liminal que persiste como sombra acechante, incluso en el contexto dislocado y saturado de la posmodernidad.

Se configura así una escena pictórica cuyo eje estructural es una mesa caótica y desbordada, en la que el desorden compositivo no solo enuncia un exceso formal, sino que intensifica la desmesura de actos fundamentales como comer, dialogar y brindar. Sobre esta superficie conviven alimentos que oscilan entre lo natural y lo artificial, lo saludable y lo tóxico, generando una tensión visual y conceptual que, como en La mesa está servida, Baco o El contrato, desestabiliza cualquier lectura unívoca.
Este contraste, en líneas generales, no es meramente estético y visual: encarna una crítica contundente al consumo exacerbado y a la lógica extractivista que rige las dinámicas contemporáneas de producción y deseo. La mesa, entonces, se convierte en alegoría del colapso: un escenario donde el exceso se vuelve signo de decadencia, y la convivialidad, un simulacro que enmascara la inminencia del agotamiento.
Museo Metropolitano de Lima-Sala Limaq
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