top of page

La piel del agua

  • Foto del escritor: Czar Gutierrez
    Czar Gutierrez
  • hace 5 días
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: hace 4 días

La Galería cierra el año de manera conjunta y multiforme. Esta es una mirada a ese territorio líquido para dieciocho voces que confluyen hasta el 17 de enero del 2026.

ree

Unas son tersas, transparentes, listas para dejarse recorrer. En otros casos la materia será más densa, una corriente de obras que respiran, filtran, se hunden y emergen. La piel del agua, muestra colectiva de cierre de año en La Galería de San Isidro, reúne a diecisiete artistas cuyas trayectorias —tan distintas en temperamento, técnica y sensibilidad— encuentran en la metáfora acuosa un territorio común.


Es decir, un plano brillante pero permeable, siempre en movimiento, siempre atravesado por fuerzas internas. Para que en un pliegue ondulante el agua funcione como un principio estructural. Una manera de entender las formas, las densidades, las tensiones internas de cada obra. De modo que el conjunto invita a pensar la superficie líquida como membrana. Como un umbral que conecta, unifica y transforma. Allá vamos:

ree

 

Flujos pictóricos

 

La pintura se abre en múltiples brazos dentro de la muestra. Eduardo Llanos, con una vasta trayectoria centrada en la investigación del color y su comportamiento emocional, aporta composiciones donde la vibración cromática actúa como flujo interno. Su obra, reconocida por la intensidad de sus atmósferas, parece latir como un oleaje contenido, donde cada capa de pigmento propone un ritmo respiratorio.


Mateo Cabrera, más joven pero de rápida consolidación en la escena limeña, desarrolla una pintura de densidades y texturas que se expanden como marea lenta. Sus trabajos, caracterizados por el uso de tonos profundos y modulados, revelan un interés por la estructura silenciosa del paisaje, casi como si la naturaleza se comportara como un cuerpo líquido bajo tensión.

ree

José Bao, con una trayectoria marcada por la exploración de la abstracción gestual, articula tracciones entre superficie y hondura. Sus pinceladas —a veces más contenidas, otras más impulsivas— convocan una energía que fluye, se corta y vuelve a circular, como una corriente que se redefine constantemente.


En el caso de Toto Fernández-Ampuero, su pintura incorpora una relación persistente con el territorio y la memoria visual. A lo largo de su carrera ha trabajado paisajes y fragmentos urbanos, pero en esta muestra los transforma en pulsos pictóricos que evocan el vaivén natural del agua, como si cada trazo conservara un movimiento interno.


Ricardo Córdova, artista con un dominio notable de la construcción atmosférica, presenta composiciones que respiran como estuarios lumínicos. Su obra, siempre atenta al resplandor, a la sombra y a la difuminación, introduce en la muestra un tipo de agua suspendida, aquella que aparece en la luz refractada más que en la forma líquida.


ree

Yiriane Kahn, cuyas pinturas han destacado por su espontaneidad gestual y su cercanía al lirismo abstracto, aporta una corriente más libre, más cercana al impulso. Sus piezas funcionan como vibraciones que corren sin contención, recordando que el agua también sabe desbordarse sin obedecer límites.


Finalmente, Rubén Saavedra —conocido por su sensibilidad cromática y su aproximación intuitiva a la forma— traza un oleaje de matices que se despliega y repliega en la superficie. Sus pinturas evocan un ritmo interno que nunca se detiene, como si el cuadro fuera una extensión de la respiración del propio elemento acuoso.

 

Materia sólida que respira

 

La escultura ocupa un lugar central en La piel del agua, no solo como volumen, sino como condición táctil, como zona donde la materia adopta comportamientos líquidos. Ana Orejuela, artista cuya obra se ha caracterizado por la sutileza con la que articula vacío y transparencia, presenta piezas donde lo sólido se vuelve permeable. Su investigación sobre materiales traslúcidos convierte cada escultura en un umbral, casi un filtro de luz, evocando la experiencia de mirar a través del agua.


ree

María Emilia Cunliffe, escultora reconocida por su capacidad para traducir el movimiento en forma tridimensional, trabaja aquí el fluir entre quietud y desplazamiento. Sus obras parecen capturar el instante previo o posterior al gesto, como si la materia hubiese quedado suspendida en el momento exacto del cambio.


Michiko Aoki, con una trayectoria que combina sensibilidad oriental y exploración contemporánea, propone esculturas que dialogan con la memoria corporal del agua. Sus piezas funcionan como contenciones poéticas, como depósitos silenciosos donde lo líquido se percibe en su ausencia, en su huella.


Ana Cecilia Farah, cuya obra escultórica se ha orientado hacia la erosión como lenguaje, presenta volúmenes que parecen haber sido modelados por una corriente invisible. Su trabajo recuerda que el agua no solo fluye: también desgasta, pule, transforma lo que toca. Iliana Scheggia, con una extensa investigación en torno a la estructura interna de la forma, exhibe esculturas que respiran como cavidades submarinas. Su manejo del vacío y de los ritmos internos de la pieza crea un efecto de expansión, como si la obra inhalara y exhalara lentamente.


Andrea Raffo, escultora con una presencia sólida en la escena local, incorpora piezas en las que la materia dialoga con la idea de filtración y peso. Sus trabajos parecen contener un flujo detenido, un remanente de agua atrapado en la estructura, como si lo líquido hubiese dejado un eco en lo sólido.

 

ree

Fotografía: la superficie capturada

 

En la muestra, la fotografía opera como un registro de suspensión. Mili DC Hartinger, fotógrafa cuyo lenguaje explora la relación entre cuerpo, territorio y emoción, captura la textura del instante. Su obra, reconocida por su sensibilidad atmosférica, introduce en la exposición una noción de evaporación emocional: imágenes que parecen haber sido tocadas por la humedad.


Nathalia Delgado, cuya trayectoria se ha consolidado en la construcción de atmósferas contenidas y silenciosas, presenta imágenes que se disuelven suavemente. Su fotografía funciona como una bruma en la que todo está por aparecer, como agua que se levanta del suelo y queda flotando.

 

ree

Universos expandidos: relieves y técnicas mixtas

 

Andrea Tregear, artista que ha trabajado de manera sostenida la expansión del plano pictórico hacia lo tridimensional, introduce relieves donde la luz opera como superficie ondulante. Sus piezas funcionan como pequeñas topografías lumínicas que reproducen el comportamiento vibratorio del agua. Patrick Tschudi, con su trabajo sobre papel, combina capas, gestos y transparencias. Su trayectoria ha explorado la relación entre trazo, color y respiración interna y aquí presenta composiciones que parecen sedimentarse como aguas quietas.


Gloria Frugone, igualmente desde la técnica mixta sobre papel, aporta obras donde las capas se superponen como corrientes sutiles. Su trabajo siempre ha dialogado con la memoria y la intimidad del gesto, generando superficies que vibran sin necesidad de moverse.

 

ree

Un cauce mayor

 

Así las cosas, La piel del agua compone una arquitectura líquida donde cada obra, cada trayectoria, cada gesto contribuye a un flujo más amplio. La exposición se despliega como un territorio donde la superficie —esa piel brillante que cubre ríos, mares y cuerpos— sirve de metáfora y de sustancia. Lo que se ofrece no es una lectura cerrada, sino un recorrido: una invitación a flotar, a mirar de cerca y dejar que la vista se acostumbre al movimiento interno de cada pieza.


Así las cosas, La Galería se propone cerrar el año experimentando con arte y agua y una misma cualidad esencial: la capacidad de transformar, suavemente, todo lo que tocan (Czar Gutiérrez).

 

ree

 

 

Dirección: Calle Conde de la Monclova 255 - San Isidro

Fechas: del 3 de diciembre al 17 de enero de 2026

Horario: Lun - Vie: 11:00am - 07:00pm. Sáb: 3:00pm - 7:00pm



Comentarios


Copia de vocablo logo (5)_edited.jpg
  • Instagram

¡Gracias por suscribirte!

bottom of page