El artista —que ha expuesto en medio mundo, que ha sido reconocido internacionalmente y el mes pasado nombrado “Personalidad Meritoria de la Cultura”— recibe a Vocablo en su taller. Siempre obsesionado con cada detalle, el también filósofo dice que vive un momento de autoconocimiento y reflexión mientras piensa en un futuro más silencioso y menos protagónico.
Escribe: Daniel Goya
Tiene una mirada que parece identificar formas y más formas, siluetas y volúmenes. Sus ojos inquisidores se mueven buscando el error. En su cabeza tantas ideas han marcado surcos en la piel y su voz raspa el aire haciendo que sus palabras irrumpan en el espacio. Carlos Runcie Tanaka (Lima, 1958) está rodeado de obras de arte y camina con la precisión de quien se ha pasado la vida moviendo sus extremidades con calma y precisión.
Runcie es un artista que habla rápido porque piensa rápido, porque siente rápido. Porque las ideas llegan como golpes que lo asaltan desprevenido. Ante una pregunta no deja de cuestionarse, de revisarse, de analizarse y todo lo hace con la emoción de quien descubre algo nuevo y diferente. Es un ceramista que encuentra estímulos racionales e irracionales, que se enfrenta al barro como un contacto de creación y que respeta al fuego porque siempre tiene la última palabra.
Carlos Runcie pasea por su taller en medio de sus asistentes. El lugar es amplio, con un horno que parece dominar todo lo que sucede, con cerámicas que flanquean los costados y con un techo muy alto. Hace 25 años tiene ese taller en su propia casa y sus trabajadores llevan con él casi 20 años.
“Es un equipo muy bien organizado. Ya tienen conmigo mucho tiempo y saben cómo soy y como trabajo. También saben que si llega el momento en que se debe trabajar en gasfitería o si se tiene que limpiar o levantar algunas hojas, se tiene que hacer. En ese sentido es un trabajo muy oriental”, comenta Runcie.
Los ríos
Desde que en el 2008 sufrió un infarto, Runcie considera que hay otros ríos que van y transitan por sus venas. “Siento que estoy en un momento de cambio, de transición, de movimiento hacia otra cosa. Creo que ya es momento que los reflectores iluminen a los más jóvenes. Tengo ganas de dar un paso al costado y dejar de estar en la avanzada”, confiesa.
Runcie Tanaka no puede hablar sin mover los brazos. Para un artista que trabaja con sus extremidades, la comunicación pasa por moldear la nada frente a él hasta darle la forma de lo que está tratando de transmitir. “Mi madre, muy sabia ella, me dijo que hay un precio por involucrarme. No va a ser fácil desligarme poco a poco. Cada vez me estoy alejando, dejo de dar entrevistas, rechazando algunos medios, creo que dejo de estar al centro para moverme hacia otro lado”, afirma.
En la sala de su casa, con un ventilador apuntándole, rodeado de libros, de cerámicas, de vitrinas y de estantes, Runcie Tanaka sostiene que hoy le preocupa, más que nada, la sensación de pertenencia al Perú. “Creo que me inquieta lo mismo que antes pero más ahora porque estoy en un Perú más complejo, con más voces, con más miradas, con más presencias”, dice. “Mi obra tiene mucho de andino, pero ahora la selva tiene más protagonismo y siento que en parte la cerámica me ha permitido acercarme a mi país, aunque esté en constante movimiento”, agrega.
Runcie explica que su momento actual influirá en sus siguientes trabajos al punto de generar una nueva forma de expresión en el que se despoja de lo que antes le era más familiar: la cerámica. “Creo que lo que me pasa y lo que siento se va a ver en mi próxima instalación. Ya se evidenciaba un poco en “Hacia el blanco”, en el que la cerámica iba perdiéndose poco a poco. Creo que lo que haré va a sorprender bastante. Va a llamar la atención”, asegura.
La tecnología
En un mundo digital, donde los dedos sirven para deslizarse y para teclear, donde el audio y el video caben en milímetros cuadrados, donde la información literalmente vuela de wifi en wifi, Runcie asegura ser de las personas que mantienen un perfil bajo. “Tengo una página web donde está todo, tiene mucha información, tal vez porque quería desentenderme de eso pronto. Pero ahora, me convencieron de abrir mi cuenta de Facebook y he sorprendido a algunos amigos que me han escrito para decirme que les alegra verme por esos lados”, indica. “Pero la verdad es que no me termino de conectar con la red, entiendo la importancia que tiene pero no participo activamente”, añade.
Si bien Runcie parece no comulgar con las nuevas tecnologías de la información sí reconoce las oportunidades que se han abierto ante él. “Es impresionante la forma en la que se pueden comunicar las cosas. Antes me enviaban invitaciones de Estados Unidos a través de cartas físicas, ahora me envían emails y puedo responder al instante. Eso está bien”, enfatiza el artista que también cuestiona la certeza de parte de la información que se comparte. “Ahora hay tanta información que no toda es importante y no toda es verdadera. Eso es algo peligroso y que debe tomarse en cuenta. El público consume muchos datos pero hay que pensar en el conocimiento”, subraya.
Sus obsesiones
Runcie acaba de colgar su teléfono. Estaba hablando con una amiga artista. Se dirige a la mesa para continuar la entrevista pero de reojo ve lo que su asistente está haciendo en la computadora. No puede evitarlo. Es su obsesión por controlar todo y aspirar a la perfección. “Tengo la manía de estar en todo. Por ejemplo, cuando hay una publicación que debo hacer, me fijo mucho en el diseño, estoy pendiente de la diagramación, de los colores, de todo”, explica.
Runcie ha visto que lo que su asistente está haciendo no es lo que él desea. “Ya vi que lo estás haciendo mal”, le dice en voz alta. “Estas silueteando mal, esa no es la foto que quería”, insiste el artista que revela su debilidad por revisar lo que encarga, a pesar de saber que colaboran con él personas muy capacitadas.
“Tengo muy presente esta sensación de poder fiscalizar lo que ocurre al mi alrededor y curiosamente no sucede así con la cerámica, donde más bien sé y entiendo que no puedo controlar todo el resultado final. Allí el fuego dicta la sentencia. Pero en lo demás sí busco tener el control”, reconoce.
Suspended / en el Aire, 2011. Galería Wu, Li
Otra obsesión de Runcie es la acumulación. “Tengo esta costumbre de tener más y más cosas. Seguro también tiene que ver con el control”, dice mientras mira su sala amplia llena de cerámicos, los corredores repletos de obras y los demás rincones con materiales. Y no importa si alguna pieza se rompe, porque Runcie sabe que esas partes fragmentadas se unirán a otras para crear algo más grande y diferente, como una gran metáfora de la vida.
“Mi corazón no está tan fuerte como antes. Pero pienso mucho en el trabajo, tengo muy presente todo. Mi mente no descansa”, comenta Runcie antes de decir algo estremecedor. “Tal vez el mejor fin sería destruir todo. Dejarlo en pedazos y enterrarlo, como hacían los Wari”, pero luego una breve sonrisa elimina todo pensamiento apocalíptico y Runcie Tanaka vuelve a ser ese artista enamorado del torno, de las formas y de la magia de la creación, del cuerpo dando vida a otro cuerpo y de la mente en blanco que trata de expresar un interior verdadero y natural.
Carlos Runcie
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