Coser mi cuerpo a la tierra
- Leyla Aboudayeh
- hace 19 horas
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Ariana Macedo presenta Soy tierra, soy raíz, una muestra donde maternidad, memoria y tejido se entrelazan como formas de resistencia y sanación.
Por Leyla Aboudayeh

“Soy tormenta que respira, para, piensa y vuelve a construir desde la aceptación del error y la convicción”. La frase podría ser una declaración de principios, pero en Ariana Macedo (Lima, 1976) es también una práctica cotidiana, una forma de vida. Su más reciente exposición individual, titulada Soy tierra, soy raíz (MUCEN, mayo-agosto 2025), es el resultado de casi una década de trabajo entre pintura, dibujo, bordado, tejido, instalación y performance. Pero sobre todo, es una obra de resistencia. Una forma de devolver la voz a las mujeres de su linaje, hacer visible lo que estuvo silenciado por generaciones, y sostener —con ternura y cansancio a la vez— la posibilidad de un mundo más habitable.
La muestra, curada por Giuliana Vidarte, condensa múltiples núcleos: la maternidad como revolución, la recuperación de una genealogía textil invisibilizada, el cuerpo como archivo y territorio, la fragilidad como forma de poder. En una sala donde las obras parecen extenderse como raíces o abrazos, destaca la pieza En un río todas las semillas, tejida con lana de oveja cruda proveniente de Huacrachuco, tierra materna de la artista. Suspendida a cuatro metros del suelo, esta obra monumental de siete metros de largo fue realizada con los brazos, demandando un esfuerzo físico extenuante, pero también una delicadeza extrema para no romper su material frágil. En esa tensión —entre lo que pesa y lo que se cuida— Ariana reconoció algo fundamental: la fuerza no está reñida con la fragilidad. Más aún, se construye desde ella.

El descubrimiento del legado textil de su abuela, Juana Mosquera Medina, marcó un punto de inflexión. “Soy tejedora porque ellas lo fueron”, dice Ariana. Lo que parecía una práctica autodidacta se reveló como herencia profunda. No se trataba solo de hacer, sino de reencontrar. Tejer se convirtió entonces en un gesto de reparación, un lenguaje de transmisión y un modo de nombrar lo que había permanecido en silencio. “Muchas mujeres en mi familia materna han vivido en la sumisión. Siento que abro el camino para sanar”, afirma.
Ese proceso de sanación también ocurre en el cuerpo. Desde el inicio de la pandemia, Ariana comenzó a tejer piezas sin utilidad aparente: copas de sostén, toallas higiénicas, cuerpos maternos, corazones. Era una forma de despedirse de una etapa vital —la lactancia, la niñez de sus hijos— y asumir otra: la perimenopausia. “Entendí que la ternura, el amor y la entrega conviven con el cansancio y el hastío”, recuerda. Frente al ideal romántico de la maternidad o la erotización del cuerpo femenino, su obra propone otra narrativa: cuerpos reales, que alimentan, que sangran, que envejecen, pero que también resisten desde la belleza de lo cotidiano.

En ese camino, el uso de fibras naturales fue también revelador. “La lana de Huacrachuco tiene otro olor, otra textura. Me conecta con la historia, con la tierra”, cuenta. Al tejer un corazón con esa lana por primera vez, sintió que su madre estaba allí. Lo abrazó durante largos minutos. “Viví esa experiencia como un privilegio”, confiesa. Ese corazón aparece en distintas versiones en la muestra: bordado, esculpido, pintado. Es un símbolo íntimo, pero también colectivo. Un órgano que late en plural.
La performance que da título a la exposición, Soy tierra, soy raíz, es otro de los momentos clave. En ella, Ariana cose la tierra con lana y conecta esos hilos a su cuerpo. El gesto es poderoso: coserse al origen, materializar el vínculo entre cuerpo, memoria e historia. Lo que en otro contexto podría parecer poético, en el Perú adquiere una dimensión política urgente. En un país marcado por la violencia de género, el racismo estructural y el desprecio por lo ancestral, una artista que se reconoce como parte de una cadena de mujeres tejedoras —y que convierte esa historia en arte— está haciendo mucho más que arte. Está sembrando una posibilidad.

En una sala del MUCEN, entre alfombras, bordados, dibujos y tejidos, Ariana Macedo ha construido un espacio donde se honra el legado, se abraza la fragilidad y se celebra la potencia de las historias íntimas. Como el río Marañón que atraviesa la tierra de su madre, su obra fluye entre generaciones, con la certeza de que en un río, todas las semillas tienen su lugar.
Temporada: del 16 de mayo al de 31 de agosto
Horario: martes a domingo de 9:00 AM a 5:00 PM
Dirección: Jr. Lampa 474, Centro Histórico de Lima